lunes, 26 de abril de 2010

La Vida del Oso (y la perra vida)

Cuando estaba en la básica, específicamente en quinto, anduve aumentando de peso. Me puse rechoncho, aunque sin rayar en la obesidad mórbida infantil (¿estará incluida en el AUGE?) Algo rollizo y tetón, pero no lo suficiente como para que un día fatal, el “conejo” me chantara un sobrenombre que me acompañaría por el resto de mi educación básica, independientemente de mi aspecto físico. El OSO.

Lo odié.

Claro, el Conejo debe haber necesitado un integrante más en su bosque maldito. Y claro, no halló nadie mejor para el papel. Tenía que ser. Yo, un tipo más bien retraído y de comportamiento EJEMPLAR en la escuela, de calificaciones sobresalientes (salvo aquel nefasto 1,0 en matemáticas….malditos números enteros y el conjunto Z) TENÍA que tener un punto débil, como para que el Conejo se refocilara destruyendo mi identidad escolar. Una especie de bullying penca e inocente, en comparación con las barbaridades que le tocan a otros ñoños actualmente.

Todos picaron con el OSO.

Oso, sóplame la 4. Oso, cómprame una bebida. Oso, corre más rápido. Oso, puta que eris malo pa la pelota. El Oso está vomitando en el baño Señorita ¡! Oso, vos que eris mateo. Oso pa allá y pa acá. Cabe señalar que el Inmundo Edmundo Cabeza de Mundo ERA MUCHO MÁS GUATÓN Y ROLLIZO Y GRANDE. Pero claro, hubiera aplastado al Conejo con un diario enrollado sin siquiera pestañear. Al ñoño le tocaba ser el oso, no al matón. Estaba escrito.

Los profesores empezaron a decirme Oso.

Le di mil vueltas al asunto. Claro, estaba un poco más robusto, y está el detalle de mis orejas animalescas. Pero no son de oso…vendrían siendo más como alas de murciélago. Y hubiese estado encantado de que en vez del peyorativo OSO me hubiesen dicho Vampiro, Drácula, o por último chupasangre. Pero claro, después del verano, mi estado de negrez era imposible para un vampiro, y los colmillos de leche los escupí cuando estaba en 2º medio…todo mal.

Pero no tan mal.

Mis compañeras (salvo la Irma Rosso, ese rascacielos malévolo) me encontraban “tierno” y “amoroso”. Así que ellas me decían OSITO. PEORRRRRR ¡! Me era imposible imaginar fantasías sadomasoquistas con la Susana cuando me agarraba de los cachetes y me decía Osito, ayúdame con la tarea de inglés. No podía pensar en darle besos con lengua a la Silvana cuando me correteaba para que el osito le dibujara un transformer. Ni hablar de agarrarle el poto a la voluptuosa Jacqueline. Ella se chantaba un rouge de travesti en sus multilabios y me miraba y me decía ¿Cómo me veo, Osito? Hipersexualizada la chiquilla…Pero supe trabajar esa veta “tierna” tal como los cachorros huachos que te chantan esa mirada al borde de las lágrimas y terminas llevándotelos para la casa. Sea un cachorro adorable, una perra preñada o un portador de la hidrofobia, el distemper y la sarna, tres en uno. Me obligué a ser “tierno”.

Y funcionó.

El osito cogió una manzanilla meada de perro y se la regaló a Silvana. Silvana le regaló en retorno el primer beso. Calentón, lingual y chorreante de preadolescencia.

El osito encontró que Jacqueline se veía más linda que nunca en la fiesta de la kermesse y Jacqueline le pidió al osito que le ayudara a acomodarse el sostén. Pese a que realmente el osito pensaba que un moco en la frente podía ser más sexy que Jacqueline y su tenida de mini casquivana. Y ese rouge….dios no existe.

Susana estaba triste y el osito la abrazó para consolarla. Y Susana, bienaventurada sea, no se hizo problema con que el abrazo incluyera manoseo estilo libre.

Y mis brutos compañeros, Conejo incluido, moríanse de pica. Oso y todo. Ñoño y “tierno” se agarró a las cabras antes incluso que el John Raymond. El chico popular, el que según contaba el mito, ya se había acostado con 2 cabras en 7º básico. Cosas de la vida, terminó siendo guei.

Pero el OSO, además de mortificarme, me permitió mis primeros escarceos sexuales…claro, a estas alturas los recuerdo y me parecen de una inocencia intoxicante. Pero bueno, cuando comienza la experiencia, se acaba la inocencia.

Hace un tiempo me encontré a la Silvana vía FB. Me dijo, Osito ¡! Siempre me acuerdo de ti ¡! No pude menos que sonreír. Juventud, divino tesoro.

Actualmente, si me hablan de osos, lo primero que se me viene a la mente es un gordito en tenida motorista, con extra pelo y escuchando Massiel. Y pese a que estoy más gordo (78,2 kilos, 20 de ellos de pura grasa mono y poli saturada) y me están saliendo pelos en lugares históricamente lampiños, no creo estar en esa categoría. Y prefiero Pulp a Massiel.

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Llevo 11 horas en el trabajo, desde las 00:00 de anoche, hizo un frío extremo. Dormí en mi silla plástica un par de horas full pesadillas y alucinaciones. Mi jefe, el Conejo (me persiguen…malditos sean) aún no entiende que las sillas plásticas son para estar sentado debajo del parrón tomando chelas. Ahora hace un calor apestoso y dejé de matar moscas, son demasiadas. Pero, he aquí un pequeño milagro de vertedero. Una de las perras, que aquí abundan, fea, pelada, y a la cual le falta una pata y en su lugar tiene un muñón diabólico, me vino a mostrar su gracia. DOCE cachorritos. Bolitas peludas multicolores y de ojitos tristones que me dicen: Llévanos a casa !!

¿Quedará algo del Osito?

1 comentario:

Narvandi dijo...

aaaaaaaaaahhhhhhhhhh

Yo nunca tuve esa cosa sexualoide en el colegio, después se me desarrollo.

Y los tiernos siempre gana obvio.

Y de los peditos oooooohhhhhhhh

un besote